Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 11 de abril de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Muro
Número y páginas del Diario de Sesiones: 90, 2368
Tema: Amnistía para todos los complicados en los últimos sucesos políticos

Por algo pedía al Sr. Muro que leyera algunos párrafos del discurso en que se apoyaba para decir que yo había cambiado de actitud por haber cambiado de puesto, y que él estaba haciendo mi papel y me representaba en ese banco, mientras que yo hacía el papel de D. José Posada Herrera. Desde luego yo me consideraría muy honrado con estar haciendo aquí el papel del Sr. Posada Herrera, y me felicito mucho de lo bien representado que estoy en la persona del Sr. Muro: no hay más sino que S.S. se ha equivocado en esta ocasión de medio a medio, porque yo declaro que el discurso que pronuncié en 1862 desde el banco de la oposición, lo pronunciaría hoy de la misma manera, sin quitar ni un punto ni una coma, desde el banco ministerial.

¿Cuál era la tesis de mi discurso? Señores Diputados, había habido dos sublevaciones en el país: una militar de importancia, quebrantando las leyes militares, rompiendo la Ordenanza militar; sublevación a cuyo frente se había puesto nada menos que una autoridad superior militar, el capitán general de un distrito; y otra que había sido una verdadera algarada, un motín, una intentona, cual fue la sublevación de Loja, sublevación que, además de todas estas circunstancias, no hay que olvidar que fue de carácter socialista. Pues bien, Sres. Diputados, el Gobierno que entonces regía los destinos del país, tuvo por conveniente conceder una amnistía para la primera sublevación, sin acordarse de la segunda, y yo condenaba aquel acto, porque no me parecía que había equidad, no creía que había justicia en que se concediera una amnistía para una sublevación en que se habían quebrantado las leyes militares, y se negara para aquellos pobres paisanos seducidos por cuatro o seis perturbadores.

Éste era mi argumento, y este argumento lo podría repetir aquí hoy. Su señoría tendría razón si el Gobierno hubiera amnistiado por una perturbación carlista, y fuera duro e inflexible ante una sublevación republicana. Pero ¿estamos en ese caso? ¿Ha hecho algo el Gobierno a favor de una sublevación carlista o reaccionaria? Si así fuera, estaría bien el cargo de S.S. ¿Qué tiene que ver lo que ahora ocurre, con que yo condenara el acto de aquel Gobierno, porque me pareció justo que una vez concedida la amnistía para unos, dejara de concederse para otros o no se concediera para nadie? Éste era mi argumento. Pero además, ¿en qué fundaba yo la petición de amnistía? Pues lo va a ver el Sr. Muro. "No entraré yo, señores Diputados, ni hay para qué, en el examen de los sucesos que en los últimos tiempos han conmovido, siquiera sea momentánea y ligeramente, la paz en algunos puntos de la Monarquía; aunque quisiera, tampoco me sería posible, especialmente acerca de aquellos que con más motivo han llamado sobre todos la atención. Ni podría hacerlo en vista de la rara naturaleza y extraordinario carácter que se dio a las tendencias de aquella sublevación, en vista de las muchas y encontradas calificaciones que recibió, en vista de los diversos y hasta opuestos nombres que se le dieron, en vista, señores, del comportamiento que observaron los sublevados, y en vista de las consecuencias que produjo el atentado: bástanos a todos saber que aparte de este tristísimo acontecimiento, los otros dos o tres que han ocurrido llegaron a noticia del público al mismo tiempo que éste supo su desaparición; que estos hechos nacieron, se desarrollaron y murieron en un completo aislamiento, sin ramificaciones en la Península, sin inteligencia con ninguna plaza fuerte, ni nada de esos crímenes horribles que tienden a relajar los lazos sagrados que deben unir al que manda y al que obedece, sin nombre, sin plan, sin todo ese conjunto de circunstancias y elementos que constituyen en una real y temible sublevación en vez de una loca y ridícula intentona".

¿Estamos ahora en ese caso? Y aun cuando estuviéramos, ¿ha procedido el Gobierno de otra manera con otra clase de sublevaciones? No; porque el señor Muro debe tener en cuenta que en los sucesos en que nos estamos ocupando hay dos clases de delitos: el delito político y el delito militar, y el Gobierno tiene que reparar mucho en esto. Puede ser flexible, puede ser laxo, puede ser generoso con el delito político; pero no puede serlo con el quebrantamiento de la Ordenanza militar, ni con el relajamiento de las banderas del ejército, y de esto se trata: de que militares que sirvieron en las filas, que abandonaron sus banderas, quebrantaron la Ordenanza y sedujeron a los soldados que mandaban, vuelvan al ejército sin hacer pruebas de adhesión a las instituciones vigentes (El Sr. Dabán: Y aunque las hagan); pero no sin haberlas hecho.

Y éste es el caso, que realmente no tiene nada que ver con aquel a que se ha referido el Sr. Muro. Si se tratara de un caso igual, yo procedería aquí en esta ocasión como procedí en aquella; y si el Sr. Muro quiere representarme bien, tiene que estar conforme con las opiniones que yo estoy defendiendo relativamente al punto de que nos ocupamos.

Por lo demás, como jefe del Gobierno, yo me reservo apreciar las circunstancias en que eso pueda hacerse, y me limito a decir ahora que no cabe hacerlo mientras aquellos a quienes pudiera interesar el acto generoso que S.S. pide a las Cortes, continúen en la actitud inexplicable en que aquí y en todas partes están colocados. Y no tengo más que añadir. [2368]



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